En la entrada anterior hemos hablado acerca de "Alegoría y figura en la tradición masónica medieval". Entre otros exegetas se mencionó el papel fundamental que tuvo Beda en la construcción de las metáforas en torno a la construcción, principalmente, en el simbolismo de la piedra. El presente artículo es una revisión -y a la vez una actualización- del capítulo correspondiente a Beda, publicado en la última versión de mi libro "La masonería y sus orígenes cristianos" que pronto verá una nueva edición. Todas la citas de De Templo Salomonis Liber han sido traducidas de J. P Migne (PL. Vol. XCI, París, Brepols - Turnhout, 1850).
1.- Beda y el Manuscrito Cook
Beda fue un gran impulsor del estudio del Antiguo Testamento en Inglaterra y en el norte de Europa. Su influencia en Alcuino de York (735-804) –personaje central en la corte de Carlomagno– marcó el rumbo de la exegesis bíblica en los siglos posteriores.
La importancia de Beda, desde nuestra perspectiva, se debe a que escribió un libro acerca del Templo de Salomón, titulado De Templo, obra que se convirtió en una referencia obligada para las posteriores interpretaciones alegóricas sobre el Libro de los Reyes y el Libro de las Crónicas, llevadas a cabo por sus sucesores, en particular por Rabano Mauro (776-856) y Walafrid Strabo (808-849). Tanto en Reyes como en Crónicas, se encuentran las pocas referencias que nos llegaron sobre la construcción del Templo de Salomón, un tema que divide a los arqueólogos en cuanto a si verdaderamente existió tal construcción o fue una creación literaria posterior. La edificación del Templo de Salomón juega un rol central en la leyenda masónica. Su constructor, Hiram Abí, es el modelo del masón perfecto. Beda aparece mencionado en el famoso Manuscrito Cooke (circa 1420) -uno de los dos documentos más antiguos de la sociedad de los francmasones- junto a otras fuentes que vale la pena citar aquí:
a) Isidoro de Sevilla (560-636). Teólogo, escritor. Arzobispo y Padre de la Iglesia. Su obra principal, Etymologiae, es un compendio que reúne todo el conocimiento anterior al siglo VII e influyó fuertemente en Beda. Es quien acuñó el término “masón” para definir a los constructores de muros.
b) Honorio de Autum (Honorius Augustodunensis, circa 1095-1135). Monje benedictino. Autor de Imago Mundi (llamado también De Imagine Mundi) y de De gemma animae, una obra en la que desarrolla una teoría que causó gran repercusión en su época, y en la que considera la arquitectura como la continua manifestación de los planes de Dios, concepto que otorgaba un carácter muy especial al Templo y al artesano (masón) que lo construía.
c) Petrus Comestor (m. 1178 en París), llamado así por su fama de “devorador de libros”. Monje agustino del monasterio de San Víctor. Autor de Historia Scholastica (mencionada en el M. Cooke como Master of Histories). Fue canónigo adjunto de la Iglesia de Notre‑Dame de Troyes. Durante algunos años tuvo a su cargo la Escuela Teológica de Notre-Dame de París. Su Historia Scholastica fue uno de los manuales más difundidos en el ámbito monástico, utilizado por monjes, estudiantes y teólogos de su tiempo.
d) Ranulf Higden (circa 1299-1363). Monje benedictino del monasterio de Saint Werburg, en Chester. Autor del Polychronicon (circa 1350), una de las crónicas históricas más importantes de su época. Se cree que este libro fue escrito en dos partes, la primera hacia 1326, la segunda hacia 1350. En 1387, fue traducido por Juan de Trevisa, capellán de Lord Berkeley, impreso por Caxton en 1482.
Como se puede apreciar, todas estas fuentes provienen del clero regular, es decir, son monjes. Aunque aun no haya acuerdo respecto de la influencia que estos autores pudieran haber tenido en quien escribió el M. Cook al menos nos dan una idea del marco bibliográfico que disponía.
De Templo contiene gran parte de los tópicos simbólico-alegóricos de la francmasonería especulativa. Llamativamente, ha sido ignorado por la historiografía masónica, que no lo menciona. Es probable que esta obra haya permanecido ajena al campo masónico hasta el momento en que la descubrimos a fines de la década de 1990. Hasta donde llegan nuestros conocimientos en la materia, no hemos leído ninguna obra que mencione a Beda en relación con la simbología masónica.
La primera edición en inglés de De Templo se publicó en 1995, con traducción y notas de Seán Conelly, e introducida y comentada por Jennifer O’Really. En 1999 –sin conocer esta versión inglesa, que llegó a nuestras manos tiempo después–, emprendimos la primera traducción al español, aunque parcial, pues en ese momento preferimos centrarnos en los capítulos que contenían similitudes con el simbolismo masónico moderno.[1]
Reconstrucción del Templo de Salomón según la descripción de Jacob Judah Leon (1603-1675). En Caramuel y Lobkowitz, Architectura civil recta y obliqua, Vol. III. Part I, Plate A.
2.- Sobre el autor
Beda nació en Northumbria entre los años 672 y 673. Hijo de una familia anglosajona acomodada, fue entregado por sus padres al monasterio de San Pedro en Wearmouth, a la edad de siete años, la misma edad en la que los hijos de los guerreros sajones eran dados a sus maestros de armas. Quiso el destino que su educación quedara en manos de Benedicto Biscop (628-690), el fundador y primer abad de San Pedro, que aún se encontraba en construcción.
La biografía de Beda no contiene hechos sobresalientes, pero dejó una vastísima obra escrita que lo perfila como uno de los exegetas más importantes de la Edad Media. José Luis Moralejo –traductor de la Historia Ecclesiastica gentis anglorum– señala, con acierto, que a principios del siglo VIII no abundaban los hombres a los que con razón pudiera llamarse sabios; pero si alguno lo merecía, tal era precisamente Beda.[2]
Benedicto Biscop también era sajón, miembro de la familia real de Northumbria, hecho que le facilitó el apoyo del rey Egfrido (645-685) para fundar los monasterios de San Pedro en Wearmouth y San Pablo en Jarrow, considerados como comunidades hermanas, ubicados a escasa distancia uno de otro y que, en verdad, funcionaban como si se tratase de un mismo complejo monástico.
Luego de permanecer algunos años en Wearmouth, Beda fue trasladado al nuevo monasterio de San Pablo en Jarrow, al frente del cual Biscop había puesto a su discípulo Ceolfrido. En Jarrow, Beda fue ordenado diácono en 692 y monje profeso en 703. Ambas abadías, construidas more romano[3], asomaban hacia el mar y dominaban los estuarios del Tyle y el Wear.
Beda transcurrió toda su vida en la abadía de Jarrow, dedicado, según sus propias palabras, a aprender y a enseñar. [4] Solo en pocas ocasiones salió de su cenobio. Sabemos que visitó Lindisfarne –el monasterio cuya destrucción, en 793, marcaría el inicio de la era vikinga–[5] y que en 733 viajó a York (llamada entonces Eboracum) en donde había una famosa escuela benedictina en plena construcción. Para esa época Egberto –hermano de Eadberto, futuro rey de Northumbria entre 737 y 758– ya era obispo de la ciudad y se estaba discutiendo la elevación de la sede episcopal al rango de arzobispado. Del copioso epistolario de Beda se desprende que conocía personalmente a varios de sus corresponsales, por lo que es probable que se haya desplazado a distintos monasterios, sin que dispongamos de mayores precisiones al respecto.
Es conocido principalmente por su obra “Historia eclesiástica de los pueblos anglos” que terminó de escribir hacia 731, a los cincuenta y nueve años. Esta obra introduce a Inglaterra en la historia escrita, razón por la que es considerado el Padre de la historiografía británica. [6] En ella describe el difícil proceso de conversión al cristianismo en los reinos anglosajones,[7] muy diferente al de Irlanda, cuya unidad de lengua y de leyes había facilitado su integración como nación cristiana. La Britania sajona era un conjunto de reinos en constante confrontación entre sí y con los pueblos establecidos más allá del Muro de Adriano, en donde se habían establecido grupos de colonos –como los denomina Peter Brown– a los que Beda definió, por primera vez, como gens Anglorum.
Apenas separado por un siglo de los hechos que describe, Beda logra trasmitir la particular atmósfera de la Northumbria sajona que abraza la fe cristiana. El momento de la conversión de Edwin[8] –imaginada por Beda–, en el que el monarca pone a debate de su Consejo de Pares la grave decisión, se encuentra descripto en el segundo libro de su Historia eclesiástica, y constituye, a nuestro juicio, una de las más conmovedoras páginas de la literatura medieval.[9] Para Beda, aquel pueblo –que aspiraba a conducirse como una sola nación cristiana– encontraba una prefiguración en el pueblo judío, que luego de atravesar el desierto entraba poco a poco, en una nueva Tierra de Promisión. Ese pueblo era responsable ante Dios de sus pecados, igual que lo era el pueblo de Israel. Del mismo modo, de la conducta de los reyes podía depender la desgracia o la felicidad de su pueblo. Así lo señala Brown:
Como ocurriera en el antiguo Israel, también entre los anglos era la conducta de los reyes la que invariablemente inclinaba la balanza del favor divino hacia el conjunto del pueblo. En los pecados más graves, el sincretismo sin paliativos y la apostasía recalcitrante, resultaba más sencillo, como ocurriera en Israel, echar la culpa a los reyes que recrearse en las complejas vacilaciones de toda una población. Del mismo modo, los breves momentos de paz y de grandeza de la que gozaron los anglos en tiempos de sus monarcas más poderosos podían achacarse a su disposición a escuchar a los obispos cristianos, muchos de los cuales eran presentados por Beda como dignos herederos de los profetas, personajes vigorosos cuya intervención en la vida cotidiana podía ser tan decisiva y misericordiosa, aunque inconstante, como la de Samuel o Elías."[10]
Al escribir su historia de los pueblos anglos, Beda trasvasaba a la incipiente nación británica el concepto judío de "pueblo elegido", que luego sería adoptado por la cristiandad carolingia. Lo que planteaba como una alegoría terminaría contribuyendo a la construcción de los símbolos del Imperio, convertido en una monarquía hereditaria de derecho divino, representada por el Emperador –inspirada en la dinastía davídica– y tutelado por los patriarcas, interlocutores e intérpretes de la voluntad de Dios (recordemos las figuras de Gad y Natán en tiempos de David), representados por el papa y los obispos.
En su Introducción a De Templo, O’Really considera que, a primera vista, el interés de Beda por las construcciones sagradas del Pueblo Judío (el Tabernáculo y el Templo de Jerusalén), así como su complejidad ritual, pueden parecer extrañamente ajenos a la preocupación por contar los hechos contemporáneos de su Historia Eclesiástica. Pero De Templo no es un libro de historia sino una disertación exegética. Beda imaginaba a aquellos obreros que, bajo las órdenes de Hiram Abí construyeron el Templo de Salomón y los comparaba con estos otros nuevos que tenían la responsabilidad de edificar la arquitectura sagrada del nuevo Imperio. La alegoría queda claramente planteada cuando dice "que la construcción del Tabernáculo y el Templo simboliza la iglesia misma de Cristo", puesto que es "la casa de Dios, que construyó el rey Salomón en Jerusalén, como prefiguración, a imagen de la Santa Iglesia Universal".[11] Pero a pesar de su interés por la metáfora arquitectónica para describir a la Iglesia (espiritual), nunca le da a una iglesia (material) una interpretación alegórica.[12]
La construcción de iglesias de piedra en Inglaterra comenzó con la denominada Edad de Oro de Northumbria y formó parte de la evangelización de los anglosajones; probablemente también, como una vía abierta para la penetración de las influencias culturales católico-romanas.
Monasterio de San Pablo en Jarrow
3.- Del Tabernáculo y del Templo
El Tabernáculo y el Templo de Salomón son un tema recurrente a lo largo de las escrituras exegéticas de Beda, del mismo modo que también lo son a lo largo de toda la simbología masónica. De hecho constituyen el eje principal de tres homilías y tres de sus comentarios bíblicos, De Tabernáculo (c. 721-725), In Esram et Neemian (c. 725-731) y De Templo (c. 729-731). Para Beda, la exposición alegórica del ornamento figurativo en el Templo de Salomón constituye una “escritura viva” para los analfabetos. La piedra habla, relata una historia; transmite una tradición. La alegoría arquitectónica de Beda aparece como un antecedente temprano del concepto de “pedagogía de masas” que describe Duby al analizar el carácter educativo del arte románico. Entre muchos otros análisis interesantes, O'Reilly observa el modo en que Beda interpreta de manera diferente la construcción del Tabernáculo del Desierto y el Templo de Salomón: En tanto que el Tabernáculo es una obra circunscrita al pueblo judío, el Templo de Salomón adquiere un carácter más universal. Dice O’Reilly: “Parte de la distinción que hace Beda entre la construcción del Tabernáculo y el Templo de Salomón es que los judíos construyen el Tabernáculo solos, en cambio Salomón construye el Templo con la fuerza de trabajo de los gentiles enviados por el rey Hiram.”[13]
Mientras que el Tabernáculo –en el que la presencia de Dios se traslada junto al pueblo, durante el Éxodo– simboliza el exilio, el Templo, en cambio, “es el descanso y la felicidad futura”. Esta misma relación la encontraremos luego, en los textos de Rabano Mauro, en los de Teófilo y en los propios rituales masónicos. Dice Beda:
Se puede figurar en aquella [construcción del Tabernáculo] el trabajo y el exilio de la Iglesia presente, en ésta [construcción del Templo de Salomón] el descanso y la felicidad futura. O bien, con seguridad, dado que aquella fue realizada únicamente por los hijos de Israel, y ésta por los convertidos a la religión judía y por los gentiles, en aquella pueden expresarse principalmente los padres del Antiguo Testamento y el antiguo pueblo de Dios, en ésta figuradamente la Iglesia congregada a partir de los gentiles.[14]
3.1 De Templo: Iglesia y Hombre
Beda concibe la construcción del Templo como una prefiguración de la construcción de la Iglesia Universal:
La casa de Dios que construyó el rey Salomón en Jerusalén, se realizó como prefiguración de la santa Iglesia Universal, que día a día es construida por el primero hasta por el último de los elegidos que ha de nacer al término de este mundo por la gracia del rey amante de la paz, su redentor. [15]
El Templo de Salomón es también el símbolo de Jesucristo-Hombre, mediador entre Dios y la humanidad, y lo reafirma citando al evangelista cuando escribe: "Destruid este Templo y en tres días lo reedificaré..." Luego, insiste en este símbolo del hombre como templo del "Dios Viviente" y recurre al texto de la Segunda Epístola de San Pablo a los Corintios:
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; Porque ¿qué compañerismo tienen la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios.[16]
Para Beda, Jesús es la Piedra Angular “cimentada en el cimiento”, mientras que nosotros, somos piedras vivas construidas sobre los cimientos de los apóstoles y los profetas, es decir, sobre el Señor mismo:
Por lo tanto, parece adecuado que quienes hemos de tratar, con el agrado del Señor, acerca de la construcción del Templo, quienes hemos de buscar en la estructura material, la casa espiritual de Dios, digamos algunas cosas de los que trabajaron en él, quienes y de donde eran, así como de qué manera fueron elaborados sus materiales. Pues el Apóstol probó que también estos encerraban enseñanzas espirituales, al decir: "todo les concernía a ellos alegóricamente y fue escrito para nosotros.[17]
Beda expone una teología en la que la presencia física y humana de Jesucristo sirve como puente entre realidades eternamente opuestas tales como judíos y gentiles, cielo y tierra, Dios y humanidad. Ese puente, que le permite reunir con éxito estos extremos, es –tal como lo señala Conor O'Brien–la imagen del Templo.
Si bien pudo haber interpretado el templo como la Iglesia por encima de todo, esa comprensión se basaba en el hecho de que la Iglesia era el cuerpo de Cristo y, por lo tanto, tanto terrenal como trascendente. El individuo como templo sólo adquirió sentido porque Dios mismo, al asumir una naturaleza humana, se había convertido en templo. La unidad cósmica, la unidad racial, la unidad doctrinal, la unidad de la persona, todas interesaron a Beda, quien usó el templo judío como un medio para explorarlas y celebrarlas. [18]
3.2 David, Salomón y el rey Hiram de Tiro
En el segundo capítulo se aborda la relación entre Hiram rey de Tiro, David y Salomón:
Narra la Historia de los Reyes que "cuando Salomón de disponía a construir la casa para el Señor, pidió la ayuda de Hiram, rey de Tiro, que en todo momento había sido amigo de David, y que ya había comenzado a convivir en paz con el propio Salomón. Y a tal punto lo encontró dispuesto a ayudarlo en todo sin dilaciones, que le ofreció sus artesanos y maderas y oro en la medida de sus posibilidades. En compensación por estos favores, cada año Salomón le ofrecía a aquél una inmensa cantidad de coros de trigo y aceite como alimento para su casa (III Reg. V).[19]
Nuevamente, de forma alegórica, Hiram aparece representando "de manera figurada a los creyentes de los pueblos gentiles, también una alusión de los reyes convertidos a la fe". Los artesanos son comparados con los filósofos convertidos a la sabiduría –la nueva fe–, y señalados como los nuevos guías de su pueblo. Mientras que los esclavos de Salomón son los maestros y apóstoles, los de Hiram son los "doctores de los gentiles":
Hiram, por otro lado, de quien sin exageración se dice que vivió excelsamente, representa de manera figurada a los creyentes de los pueblos gentiles, gloriosos por su vida tanto como por su fe. Y nada impide que Hiram, dado que era rey y ayudaba a Salomón con su apoyo real a construir la casa del Señor, sea una alusión a los reyes gentiles convertidos a la fe, con cuyo poder consta que la Iglesia muchas veces fue auxiliada, noblemente engrandecida, y mediante sus decisiones, defendida contra los herejes, los cismáticos y, sobre todo, los paganos. Por lo tanto, Salomón pidió la ayuda de Hiram para construir el Templo, ya que, cuando el Señor, al venir como hombre, ordenó construir una casa que fuera querida por él, eligió ayudantes para su obra no sólo entre los judíos, sino también entre los pueblos gentiles. Pues de cada uno de estos pueblos se proveyó de ministros de su palabra.[20]
3.3 El Templo como construcción colectiva
En el capítulo tercero, Beda nos introduce en un concepto fundamental de su obra: La construcción del Templo como una obra colectiva, una idea que veremos plasmada siglos después en la construcción de las grandes catedrales urbanas. En ella participan tanto judíos como gentiles, de todos los estamentos: "no había ningún sector del pueblo del que no tomara hombres", por lo que se trata de una obra a la que todos contribuyen.
"Salomón seleccionó trabajadores de toda Israel, y fueron en el plazo de quince años treinta mil hombres, y enviaba al Líbano diez mil por turno cada mes, de modo que durante dos meses estuvieran en sus casas". De donde debe notarse, en primer lugar, que no en vano Salomón seleccionó a los trabajadores de toda Israel, y que no había ningún sector del pueblo del que no tomara hombres aptos para tal tarea, pues ciertamente ahora no deben ser seleccionados de la sola descendencia del sacerdote Aarón, sino que deben ser requeridos de toda la Iglesia, quienes basten para construir la casa del Señor, sea con su ejemplo o con sus dichos. Donde sea que fuesen encontrados, deben ser ascendidos casi a la función de doctores sin ningún favoritismo.[21]
3.4 Hiram Abí, el Artífice; Adoniram, el Inspector
Beda menciona al rey de Tiro como un eslabón fundamental en la realización del proyecto, y a cierto artesano venido de Tiro (Hiram Abi) a quien atribuye haber "realizado toda la obra". Por otra parte, también define el rol de Adoniram "a modo de un elevado visitador e inspector" lo cual, si se considera sus funciones en ciertos grados masónicos, resulta sorprendente.
Y Adoniram estuvo de esta manera durante los quince años". Y pues Adoniram, sin exageración alguna, es llamado 'Señor mío excelso' ¿A quién nos hace reconocer mejor que a quien imita en su nombre? Sin duda al Señor Salvador. Y Adoniram encarga a los trabajadores del Templo que con su previsión, y debidamente, se organice en qué meses irá cada uno a trabajar, en cuales nuevamente volverán a cuidar de su casa, del mismo modo que nuestro Señor y Salvador dispone con su tan habitual iluminación las mentes de los santos predicadores para decir cuándo conviene emprender con su prédica la obra de construir la Iglesia, u otras obras piadosas con su servicio; y cuándo, al contrario, sea adecuado examinar sus conciencias, como si volvieran a sus casas para inspeccionarlas, y las volvieran dignas con sus oraciones y ayunos, a modo de un elevado visitador e inspector.[22]
3.5 Cuadrar la Piedra
El cuarto capítulo se refiere las piedras con las que fue hecho el Templo. El tema central, "cuadrar la piedra", contiene una enorme riqueza desde el punto de vista del simbolismo masónico. Aquí, Beda está hablando de cómo desbastar la piedra bruta y convertirla en cúbica. El texto habla por sí mismo:
Mandó el rey que tomaran grandes piedras preciosas en fundamento del templo, etc. Por fundamento del templo no debe entenderse místicamente otra cosa que lo que el Apóstol expresa al decir: Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, es decir Cristo Jesús" (I Cor. III). El cual pues puede apropiadamente llamarse fundamento de la casa del Señor, pues (como dice Pedro) "no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos". Para tal fundamento se toman piedras grandes y preciosas, pues los varones notables en obras y santidad adhieren a su Creador en familiar santidad de mente, a fin de que, cuanto más esperan en él, sean con mayor ánimo capaces de dirigir la vida de otros, lo que significa soportar la carga. Porque las piedras que se ponían como fundamento del templo para soportar todo el edificio son en verdad los apóstoles y profetas, quienes por la palabra y los sacramentos verdaderos, ya sea visiblemente ya invisiblemente, alcanzaron la sabiduría misma de Dios. Por donde también nosotros, cuya doctrina y vida nos empeñamos en imitar según nuestra medida, dice el Apóstol, estamos fundados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Efes. II). Lo mismo en general se diga de los perfectos, que fielmente adhirieron al Señor, y con entereza aprendieron a llevar las carencias que atañen a los hermanos, a los cuales también se señala como grandes y preciosas piedras.[23]
A tales piedras en verdad se manda que primero se las cuadre, y así cuadradas se las ponga como fundamento. Pues todo lo que ha sido cuadrado, de cualquier manera que se lo tumbe, siempre queda firme. A cuya imagen se asimilan espléndidamente los corazones de los elegidos, quienes han aprendido tanto a mantenerse firmemente en la fe, que por ninguna adversidad aveniente, ni siquiera la muerte misma, pueden ser apartados de la rectitud de su estado… Por eso de estas grandes piedras preciosas bien se dice: "las que desbastaron los albañiles de Salomón y los albañiles de Hiram". Se labran pues las piedras preciosas, cuando algunos elegidos, por la instrucción y a instancias de los santos, abandonan todo lo que en sí tienen de nocivo e inservible, y, en presencia de su Creador, muestran sólo el imperio de la ínsita justicia, como si revelaran la forma a escuadra.[24]
La obra de Beda resignifica la piedra como cimiento espiritual de la Iglesia, del Corpus Mysticum del que habla San Pablo. En la iconografía cristiana, Dios es un Cosmocrator. Cristo asume el rol de constructor del mundo. Las figuras de Dios Padre y de Dios Hijo pueden observarse en infinidad de frescos en los que sostienen un compás en su mano. Es un compás con el que trazan la creación del mundo. Esta tradición dará lugar al concepto de Gran Arquitecto del Universo en la masonería. Remitimos al lector a la imagen del poderoso cuadro de William Blake como muestra la persistencia de esta imagen dentro del ideario religioso y poético de Occidente.
El cristianismo ha dado a la piedra un significado profundo desde sus mismas raíces. Cristo, dirigiéndose a apóstol, le advierte: "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella." A partir de esta afirmación se construirá todo un contexto alegórico, una estructura figural y una simbología destinada a otorgar a la piedra una dimensión ontológica. Es decir, la piedra deja de ser sólo el material con el que se construye, para tomar la dimensión del propio constructor. Piedra es el propio Cristo: “Porque nadie –dice Beda– puede poner otro fundamento que el que está puesto, es decir Cristo Jesús”.
Este capítulo contiene, además, un fragmento vinculado con el origen de los canteros enviados por el rey Hiram a Salomón, provenientes de la ciudad fenicia de Guebel-Biblos de la que ya hemos hablado.
Por consiguiente fueron Giblis [del hebreo "giblim"] los que prepararon maderas y piedras para la construcción del edificio. Giblos es una ciudad de Fenicia, que recuerda Ezequiel, que dice: "Tus sabios, ¡oh Tiro!, se hicieron tus mandatarios, tus ancianos y prudentes Giblis". (Ezeq. xxvi); por lo cual en Hebreo se pone Gobel o Gebel, que se traduce por definidor, o delimitador. Vocablo que adecuadamente conviene a quienes preparan los corazones de los hombres para el edificio espiritual, el cual se construye con las virtudes.[25]
3.6 De la Cámara del Medio
El capítulo VIII aborda el misterio de la Cámara del Medio.[26] Su lectura completa, frente a un Cuadro de Dibujos de Segundo Grado ofrece una visión muy interesante de la Cámara en la que se reúnen los maestros. Habla incluso de una cámara "tercera" por encima de la del medio, que puede ser observada en los antiguos cuadros de dibujo del grado de compañero. El siguiente fragmento describe la alegoría del tránsito hacia ambas cámaras:
Por esta puerta pues ascendemos a la cámara del medio, y del medio al tercero; porque por la fe y los misterios de nuestro Redentor, ascendemos de la vida de la iglesia presente al descanso de las almas después de la muerte, y de nuevo del descanso de las almas, en el día del juicio, a la inmortalidad inclusive del cuerpo, y por un más sublime avance, ingresaremos como a un tercer cenáculo, a fin de que vivamos en felicidad perpetua. De este camino, en verdad, se habla como de invisible, de manera que sólo lo conocieran los que entrasen, a pesar de que los que estaban afuera viesen la puerta; porque es cierto que los réprobos pueden observar los actos de los fieles en esta vida, y las celebraciones de los sacramentos, pero nadie conoce los arcanos de la fe y la gracia del íntimo amor a no ser que, llevado por el Señor, ascienda por ella al reino celeste. "Quien dice conocer a Dios, y sus mandatos no cumple, mentiroso es.[27]
3.7 El hijo de la viuda
El capítulo XVII es significativo por cuanto habla del "hijo de una mujer viuda de la tribu de Neftali", sin dudas Hiram Abi, el artesano que lleva a cabo toda la obra del Templo.[28] Nuevamente, el tirio –a quien señala como ayudante de Salomón– es mencionado como una alegoría de los "gentiles elegidos". Llega a decir que representa a la Iglesia misma y menciona a la muerte y resurrección de Jesús como vinculada alegóricamente con este artesano. Indudablemente, todo el texto trasunta el gran esfuerzo de Beda en presentar a la "gentilidad" como legítima heredera de los patriarcas del Antiguo Testamento. También se refiere a "los hijos de la viuda". Se trata de un fragmento que encierra un simbolismo extraordinario: La "Iglesia" es la viuda que –luego de la muerte, resurrección y ascenso de Cristo a los cielos– encuentra en los "santos predicadores" a sus hijos. Hiram Abi asume aquí el mismo simbolismo:
En efecto, el artesano tirio que Salomón tomó como ayudante alude a los ministros de la palabra divina, elegidos de entre los gentiles para la realización de las obras. Y era llamado artesano con toda propiedad, debido a que era el hijo de una mujer viuda del pueblo de Israel.
En esta persona suele figurarse algunas veces la Iglesia de esta vida presente, a favor de la que su héroe, Cristo sin duda, resucitó luego de haber experimentado la muerte, y a la que, mientras él ascendía a los cielos, dejó, peregrina, en la tierra. No es difícil explicar, en suma, cómo es que los hijos de esta viuda son los santos predicadores, en la medida que es evidente que todos los elegidos por su valor son los hijos de la iglesia. Incluso se nos asegura acerca de estos predicadores del nuevo testamento, de acuerdo con las palabras del profeta: "En lugar de tus padres, han nacido para ti estos hijos. Los considerarás los señores de toda la tierra". (Salm. XLIV) [29]
A lo largo de sus veinticinco capítulos, el texto de Beda incluye otros tópicos importantes en la simbología masónica, como lo son la descripción alegórica de las columnas J. y B. y el "Mar de Bronce".
En la nota autobiográfica adjunta a su Historia Eclesiástica, Beda describe una vida sencilla, transcurrida durante la construcción conjunta de Wearmouth y Jarrow. Confiesa que ha escrito, en parte, para el beneficio de sus hermanos monjes y que hizo breves extractos de las obras de los venerables Padres sobre las Sagradas Escrituras' a las que añadió notas propias para aclarar su sentido e interpretación. Más allá de su modestia, el análisis de sus textos demuestra que no solo conocía profundamente la exegesis patrística sino que crea un conjunto de alegorías totalmente nuevas y originales.
Beda era consciente del carácter simbólico de lo que escribía, y así lo manifestaba. En una carta enviada a su hermano Acca, a modo de prólogo de De Templo, le expresa: "Me pareció bien enviar a tu santidad, para una breve lectura, esta pequeña obra que a modo de una alegoría escribí hace poco, acerca de cómo se construyó el Templo de Dios, siguiendo los pasos de los grandes exegetas”.
Es, por otra parte, considerado el primer eclesiástico inglés en cuyos trabajos se encuentran unas pocas y aisladas alusiones al hebreo. En una de sus obras, De Temporum Ratione, afirma que basa su cronología en la "verdad hebrea" y, aunque no existe certeza de que tuviera la guía de algún erudito hebreo contemporáneo, Newman lo considera muy probable[30].Pese a que sus conocimientos del hebreo han sido materia de debate entre eruditos e historiadores, no hay acuerdo acerca de si se limitaba a reconocer las letras o si, en verdad, dominaba la gramática.[31] Más allá de la discusión académica, está claro que marcó una tendencia que se acentuará en sus sucesores, muchos de los cuales contarán con maestros judíos que les enseñan el hebreo y los ayudan en sus traducciones.
Antes de dejar atrás a Beda, diré que murió en su celda, el 6 de mayo de 735, después de haber vivido una vida de santidad. En el año 836, el Concilio de Aquisgrán, bajo el reinado de Luis el Piadoso, le concedió el título de Doctor mirabilis. En el siglo XVI, una turba de protestantes anglicanos profanó su tumba y dispersó sus huesos. Finalmente, en 2013, poco tiempo después de ser elegido papa, Francisco eligió un fragmento de una de sus homilías para la divisa de su blasón: Miserando atque eligendo (Lo miró con misericordia y lo eligió).
Notas
[1]Los textos seleccionados con Jorge Sanguinetti fueron los siguientes: Capítulo I: Que la construcción del Tabernáculo y del Templo simboliza la iglesia misma de Cristo; Capítulo II: Cómo el rey Hiram ayudó a Salomón en sus obras; Capítulo III: Cuántos trabajadores tenía empleados Salomón en la construcción del Templo; Capitulo IV: Con qué piedras fue hecho el templo; Capítulo VIII: De la subida o sea de la forma de la Cámara del Medio y de la Tercera; Capítulo XVII: En cuántos años fue construido el Templo; Capítulo XVIII: De las columnas aéreas. Se incluyen, completos, en el Anexo I. Pueden consultarse en mi libro "De Templo Salomonis Liber y otros textos sobre masonería medieval" [2] Beda el Venerable (2013). Historia eclesiástica de los pueblos anglos. España: Akal. Edición de José Luis Moralejo (Traducción y comentarios), p. 5 [3] Fueron los primeros edificios eclesiásticos de Inglaterra construidos en piedra. [4]“Entre la observancia de la disciplina canónica y el cuidado cotidiano de cantar dentro de la Iglesia, siempre he tenido el agrado de aprender, o bien enseñar, o bien escribir”. Beda, Ob cit. Lib. V, p. 298. [5] El monasterio de Jarrow sería arrasado también por los vikingos un año después, en 794. [6] Beda. Ob. cit. p. 6. [7] Callaey, Fredegando; Praelectiones Historiae Ecclesiaticae Aetatis Mediae et Modernae, (Romae, Athenaeum Pontificium Urbanum de Propaganda Fide, 1959) p. 31-38 (Praedicatio Fidei in Anglia, Hibernia et Scotia). [8] Edwin (c. 586- 633) fue rey de Deira y de Bernicia, reinos conocidos más tarde bajo el nombre de Northumbria. Su reino duró desde 616 hasta su muerte. Se convirtió al cristianismo y fue bautizado en el año 627. Tras su muerte, en la Batalla de Hatfield Chase, fue venerado como santo. [9] “La vida presente del hombre sobre la tierra ¡oh, rey!, en comparación con el tiempo que nos es desconocido, me parece tal como cuando, estando tu a cenar en tiempo de invierno con tus jefes y servidores, con el fuego encendido en medio y bien caliente la sala, mientras fuera se desata la furia de los vendavales invernales de lluvias y nieve, llega un pájaro y cruza la mansión volando raudamente: entra por una puerta y al momento sale por otra y, desde luego, en el tiempo en que está dentro, no le alcanza la tempestad del invierno; pero tras recorrer en un momento un pequeño trecho de bonanza, en seguida, volviendo del invierno al invierno, desaparece de tu vista. Así aparece esta vida de los hombres, por poco tiempo; pero lo que sigue después y lo que ha habido antes lo ignoramos por entero. En consecuencia, si esta nueva doctrina ha aportado algo más cierto, parece que merece seguirse.” Beda, Ob. cit. Lib. II, Cap. 13, p. 124. [10] [1] Brown, Peter (1997) El primer milenio de la cristiandad occidental. Barcelona: Crítica,, p. 184. [11] Beda, TSL; 737-D. [12] Ver: Holder, A.G. Allegory and History in Bede's interpretation of sacred architecture, en American Benedictine Review 40 (1989), 115-31. Serán, en todo caso, los constructores medievales que aprenden su oficio de los benedictinos, los que incorporarán, varios siglos después, conceptos propios de Beda y otros exégetas tales como “cuadrar la propia piedra” como tarea para aquel que construye un templo a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo. [13] En la Introducción a la traducción de De Templo, O’ Reilly hace una brillante exposición acerca de las alegorías arquitectónicas escritas por Beda, especialmente en el texto presentado. En realidad, más que una introducción es un ensayo que contiene infinidad de elementos que pueden ayudarnos a comprender el vínculo entre las alegorías contenidas en los escritos monásticos y el simbolismo masónico. [14] Beda, TSL, 739-B. [15] Beda, TSL; 737-D “Domus Dei quam aedificavit rex Salomon in Jerusalem, in figuram facta est sanctae universalis Ecclesiae, quae a primo electo usque ad ultimum, qui in fine mundi nasciturus est, quotidie per gratiam regis pacifici, sui videlicet Redemptoris, aedificatur”. [16]19 2 Co 6, 14-16. [17]Beda, TSL; 739-C. [18] O'Brien, Conor (2015). Bede’s Temple: An Image and its Interpretation. Inglaterra: Oxford University Press Scholarship OnLine, p. 179. DOI:10.1093/acprof:oso/9780198747086.001.0001. [19] Beda, TSL, 739-D. [20]Beda, TSL; 740-A. [21] Beda, TSL, 741-B. [22]Beda, TSL, 742-B. [23]Beda, TSL, 744-B. [24] Beda, TSL, 744-C. [25]Beda, TSL, 745-A. [26] Lugar donde deliberan y deciden los Maestros Masones de una Logia. [27]Beda, TSL, 754-A. [28] Como es sabido, los masones son llamados “Los Hijos de la Viuda”. [29] Beda,TSL, 779-C. [30] Newman, Louis Israel, Jewish Influence on Christian Reform Movements; AMS PRESS, Inc., New York, 1966, p. 32. [31] Newman menciona al respecto los trabajos de Hody (De Bibliorum Textibus), Steinschneider (Roger Bacon, Opus Minus), y Soury (Des Ëtudes hébraiques et exégetiques au Moyen Age chez les chrétiens d'Occident) y dice: Hody, quien en 1795 publicó en Oxford un trabajo titulado "De Bibliorum Textibus", donde revisaba la lista de teólogos ingleses que en su opinión tenían conocimiento del hebreo antes de Roger Bacon, cita algunos pasajes para probar que Beda era "un hebraísta de primer orden". Este testimonio ha sido discutido por Steinschneider y otros, quienes afirman que la "Expositio Nominum", encontrada entre los trabajos de Beda, prueba en tan poca medida como cualquier otro diccionario de nombres un conocimiento directo del hebreo. Soury señala: "Beda también parece haber aprendido de algún judío los primeros elementos de la lengua hebrea; conocía al menos la forma de las letras".
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